RECOPILACIÓN DE HISTORIAS CORTAS (BARDOCK86)

Caminaba por el extenso y frondoso bosque de cables y vigas. En él primaban los colores fríos: grises y azules en gran medida, pero de vez en cuando la presencia de un cable rojo hacia las veces de rosa en un jardín. Los árboles de metal, con sus curvadas vigas le cobijaban del sol que en ese mes de agosto a las 4 de la tarde podrían calentar la cabeza a cualquiera, tuviese un caparazón de piel o uno de metal.

Siguió caminando en busca de una anomalía. Su trabajo era encontrarlas y eliminarlas, quedaban pocas ya, se habían encargado de ello las toneladas y toneladas de pilas que hacían las veces de abono al cesped de cables sobre el que pisaba ahora, pero la vida siempre intentaba brotar hasta en los lugares más inhóspitos, y a veces lo conseguía. Pero este hecho le había proporcionado un trabajo, asi que no se quejaba.

Tras caminar durante más de una hora sin encontrar nada pensó que quizás su suerte se había acabado. Llevaba 5 días sin ver una sola anomalía, si seguía así tarde o temprano su trabajo no sería necesario, era posible que la vida se hubiese rendido.

Llegó a un claro rojo y verde, salpicado con lineas amarillas, el sol hacía resaltar aún más los colores y el interior de algunos cables pelados hacía las veces de agua, reflejando los rayos y creando pequeños arcoiris. Podría llegar a resultar escalofriantemente bello. El sol daba de lleno en ese lugar, algo realmente malo desde que en los últimos años los efectos malignos de éste habían pasado de ser cánceres de piel y ceguera al calentamiento de la corteza cerebral dando lugar a vívidas alucinaciones. Era una forma de drogarse gratuitamente y de morir rápido, dos de los hobbys más prácticados en ese momento. Miró en busca de cobijo y vió a pocos metros una palmera.

De su tronco: una robusta estructura de metal, brotaban unas pequeñas vigas de las cuales caían hojas de cables verdes y negros, su ramaje era espeso y daba una buena sombra, así que corrió a sentarse bajo ella. Se recostó sobre el frio metal y se secó el sudor con la camisa. Miró hacia arriba, el sol intentaba colarse entre la maraña de cables. Una pequeña ráfaga de aire le hizo estremecerse y y trajo una bocanada de esperanza. Olía a vida. Se arodilló y buscó entre los cables, acercó su nariz y empezó a olisquearlos, no era un olor muy intenso, pero ahí estaba. Junto al metal lo vió, dos pequeños y frágiles tallos verdes de los cuales salían dos pequeñas margaritas. Agarró el bolso que llevaba colgado y sacó un pequeño bote de spray. Miró a las dos pequeñas flores para después mirar el bote que sujetaba. Por un momento pareció apiadarse de ellas. Se agachó y cogió una. Tras guardársela en el bolsillo roció la otra con el líquido que contenía el bote y la margarita se deshizo, como un papel tras mojarse. No sabía que era aquel líquido, nunca lo preguntó, le bastaba con saber que era altamente corrosivo y debía manipularlo con sumo cuidado. Él solo era un simple jardinero, su trabajo no era el de preguntar nada.

Aquel líquido siempre dejaba un fuerte olor metálico, el olor de aquel mundo artificial que le había tocado vivir. Sacó la otra flor de su bolsillo y se la acercó a la nariz. Inspiró profundamente, lo más que pudo, dejando que entrase todo el olor posible por su nariz y una lágrima brotó de su ojo y calló por su mejilla mojándo la flor y haciéndo que su olor se intensificase. Le encantaba aquel olor.

Con la flor aún bajo su nariz salió al claro y se tumbó al sol, dejando que el calor le inundase...
...
Sentía la frondosa hierba bajo él, las mariposas volaban a su alrededor y los mosquitos jugaban por ver cual chupaba mas sangre. Se encontraba en un jardín, lleno de aquellas fabulosas plantas amarillas con petalos blancos. Comenzó a lloviznar y el olor se hizo delicioso, lo saboreó. Comenzó a llover más intensamente, sentía mucha sed asi que abrió la boca para que el agua entrase por ella, pero las gotas la esquivaban, no llegó a entrar ni una sola, y cuanto más llovía mas seco estaba él. Se levantó viento que arremolinó las flores e inundaron el ambiente con su olor. Inspiró profundamente y tras un suspiro de placer su cerebró se secó como una pasa.

Se convirtió en una anomalía que alguien tendría que sacar de allí algún día.

Estoy sentado sobre la fina arena de la playa, junto a la orilla del mar, con cada ola que llega, el agua alcanza mis desnudos pies y me transmite sensaciones pasadas, que un dia tuvieron lugar allí. Fueron compartidas con el mar por aquellos que un día las vivieron y allí permanecerán siempre, en continuo movimiento, para que alguien que, como yo, pueda sentirlas cuando quiera.

Me dejo llevar y vago largo rato por esa amalgama de sentimientos, de sueños, de paz y de tranquilidad, entonces abro los ojos y contemplo el amanecer. Siento el calor de los rayos del sol en mi cara, y ese calor unido a las sensaciones que me trae el mar me hacen sentir en paz con todo y todos, vuelvo a cerrar los ojos y dejo que esa sensación embriague todo mi ser. Una ráfaga de aire azota mi cuerpo, trae consigo arena, sensaciones, fragancia de esperanza y recuerdos. No me muevo, quiero sentir cada cosa que sucede a mi alrededor, quiero sentir la vida.
.....
Finalmente me levanto y miro una vez más el amanecer, el mar, las nubes, los sueños, el amor, la paz...me doy media vuelta y los dejo allí, donde siempre podré encontrarlos. Pero dejo algo más, te dejo un mensaje escrito en la arena, para que quien quiera pueda sentir lo que se dice, y todo el mundo sepa que va especialmente dirigido a ti. Es un mensaje de esperanza, de sueños futuros, de felicidad...Y es solo para ti.